En ese momento alguien del grupo saltó y le preguntó cómo se había sentido. Y Paula se hechó a llorar, permitiéndose conectar con la tristeza que la situación le había provocado. Por primera vez desde que ocurrió, Paula se había dado cuenta del dolor que le había causado esa situación.
Además, otro miembro del grupo le explicó que a él le había ocurrido una situación parecida, pero con su hermana, quien sufría una discapacidad y debía estar pendiente de sus necesidades todo el tiempo, sintiéndose sobrecargado a la vez que culpable por sentirse así.
Hasta entonces, Paula sentía que lo que le ocurría era raro y la hacía diferente a todo el mundo, por lo que esta confesión de su compañero la hizo sentir que «no estaba sola«.
Entre tanto, otra integrante del grupo se puso a llorar. El conductor del grupo le preguntó qué la había hecho conectar con la historia de Paula, y pudo explicarnos que a ella le había ocurrido lo mismo tiempo atrás, hasta que por fin se armó de valor y puso límites a su pareja. Hecho que, ahora puede recordar, le ha permitido ser una mujer libre y empezar a sentirse con el control de su vida.
Paula confesó, después de esto, que se sentía comprendida y, por primera vez en mucho tiempo, acompañada en su sufrimiento.
Te aseguro que lo que sentí allí fue increíble.
Fue muy potente.
Fue terapéutico.
Fue lo más real y humano que he vivido en mi trayectoria profesional.
Y así se ha ido repitiendo en muchos de los grupos en los que he participado hasta la fecha.
El poder de los grupos terapéuticos es que no solo sirven, a las personas que lo integran, para sentirte perteneciente a un grupo.
También te permite conseguir tus objetivos terapéuticos.
Además, me he dado cuenta que cuando trabajamos objetivos en un grupo terapéutico hace que estos se consigan antes, de una forma mucho más potente y directa, y con el respaldo de todo el grupo, conducido, por supuesto, por profesionales en salud mental experimentados en este tipo de tratamientos.